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129el islam es el reino de dios sobre la tierraDios. No podemos magnificar la grandeza de Allah concibiéndole ora como un ‘padre’, ora como un ‘hijo’ y ora como un ‘espíritu santo’. Tampoco podemos imaginarlo como compuesto de tres personas que pueden dirigirse unas a otras con los tres pronombres personales del singular: yo, tú y él. Obrando así, perdemos todos los verdaderos conceptos del Ser Supremo, dejando de creer en el verdadero Dios. Del mismo modo, no podemos agregar ni una letra a la santidad de la religión mediante la institución de algunos sacramentos o misterios sin sentido. Tampoco podemos derivar ningún alimento espiritual comiendo el cuerpo de un profeta o de una deidad encarnada porque procediendo así perdemos toda la idea de una religión real y verdadera, dejando de creer en ella como tal. Ni tampoco podemos, aunque mínimamente, promover la dignidad de Muhammad (al que Allah bendiga y dé paz) si fuésemos a imaginarlo como hijo de Dios o una deidad encarnada porque con ello perderíamos al profeta real e histórico de La Meca y caeríamos, sin darnos cuenta, en el abismo del politeísmo. La grandeza de Muhammad (al que Allah bendiga y dé paz) radica en que estableció una sólida y simple pero verdadera religión, con una precisión y resolución tal en la aplicación de sus preceptos y principios que nunca ha sido posible para un verdadero musulmán aceptar otro credo o fe que el profesado en la fórmula: «Atestiguo que no hay más deidad que Allah y que Muhammad es Su Mensajero». Este credo, aunque breve, seguirá siendo la fe de todo verdadero creyente en Allah (Dios) hasta el Día de la Resurrección. El gran destructor del undécimo cuerno, representado por Constantino el Grande y la iglesia trinitaria, no era un Bar Allaha (‘Hijo de Dios’) sino un Bar Nasha (‘Hijo del Hombre’) y Muhammad Al-Mustafa (al que Allah bendiga y dé paz) fue, en realidad, quien fundó y estableció el Reino de Dios sobre la tierra, que será objeto de nuestro examen y exposición. Como puede recordarse, fue durante la audiencia divina del sultán de los profetas, como figura en Daniel, que se prometió: