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                                    125los auténticos profetas predican solo el islamde Nabucodonosor y no les salvaría. Para un verdadero y sincero siervo de Dios, primero está la religión y luego la nación. Son el gobierno y la nación los que deberían sacrificarse por la causa de la religión —en especial, cuando han renegado de Dios— y no viceversa. El otro profeta de Gabaón, llamado Ananías, quiso complacer a su señor, el rey; era cortesano, favorito, rico y estaba en todo su esplendor, mientras que su oponente seguía languideciendo y muriendo de hambre en cárceles y calabozos. A Ananías no le interesaba para nada la religión y el bienestar general del pueblo. Es considerado profeta porque así lo dice el libro de Jeremías; sin embargo, era un villano que había cambiado a Dios por un depravado rey. Profetizaba en nombre del mismo Dios que Jeremías y anunciaba el retorno, desde Babilonia, del botín y de los cautivos en el plazo de dos años. A partir de la anterior descripción, que es aproximada, ¿a quién de los dos calificaría el lector como verdadero siervo de Dios y fiel defensor de su religión? Indudablemente, Jeremías atraería enseguida su elección y simpatía. 2. Únicamente la religión del islam puede testificar el carácter y el oficio de un verdadero profeta, imam o cualquier ministro de Dios en la tierra. Dios es Uno y Su religión también es una. No hay otra religión en el mundo como el islam, que profesa y defiende la absoluta Unicidad de la divinidad. Por lo tanto, quien sacrifica todo interés, honor y amor por la causa de esta sagrada religión, es, indudablemente, el auténtico profeta y el ministro de Dios. Pero hay todavía algo que vale la pena advertir y es que si la religión del islam no fuera el estándar y la medida mediante la cual se comprueba la veracidad de un profeta o ministro de Dios, no habría ningún otro criterio para este propósito. Un milagro no siempre es una prueba suficiente, ya que los hechiceros también hacen maravillas. El cumplimiento de una profecía o predicción tampoco porque del mismo modo que un espíritu santo revela un suceso futuro a un verdadero profeta, un espíritu malo lo hace con respecto a un impostor. De aquí queda 
                                
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