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                                    69el profeta muhammad es el silohposeedor del cetro y la ley’ o ‘aquel que posee la autoridad soberana y legislativa, y al que corresponde la obediencia de las naciones’. ¿Quién, pues, puede ser este poderoso príncipe y gran legislador? Ciertamente no puede ser Moisés (que la paz sea con él) porque fue el primer organizador de las doce tribus de Israel y antes de él nunca había aparecido un rey o profeta en la tribu de Judá. Tampoco puede ser David (que la paz sea con él) porque fue el primer rey y profeta descendiente de Judá. Y evidentemente no era Jesucristo (que la paz sea con él) porque él mismo repudió la idea de que el Mesías esperado por Israel fuera hijo de David (Mateo 22:44-45; Marcos 12:35-37; Lucas 20:41-44). Jesús no dejó ninguna ley escrita y nunca soñó con asumir el cetro real. De hecho, aconsejó a los judíos ser fieles a Tiberio César y rendirle tributo y, en una ocasión, las multitudes intentaron hacerle rey, pero se escapó y se ocultó. Su Evangelio fue escrito en la tabla de su corazón y comunicó su mensaje de «buenas nuevas» no por escrito sino oralmente. En su profecía, no se plantea la salvación del pecado original por la sangre de una persona crucificada ni de un reino de un hombre-dios sobre los corazones humanos. Además, Jesús (que la paz sea con él) no abrogó la Ley de Moisés (que la paz sea con él), sino que declaró explícitamente que vino a cumplirla, ni tampoco fue el último profeta porque después de él San Pablo habla de muchos «profetas» en la Iglesia. Muhammad (al que Allah bendiga y dé paz) vino con poder militar y el Corán para sustituir el desgastado cetro judío, así como la impracticable y anticuada ley de sacrificios y un sacerdocio corrupto. Muhammad proclamó la más pura religión de un Único Dios (Allah) Verdadero y estableció los mejores preceptos y normas prácticas para la moral y la conducta humanas. Estableció la religión del islam, que ha unido en una hermandad real a muchas naciones y pueblos que no asocian nada al Todopoderoso. Todos los musulmanes obedecen, aman y veneran al Mensajero de Allah, en tanto que fundador de su religión, pero nunca le 
                                
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