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241¿quién es el «hijo del hombre»?a) Un mensajero de Dios no es designado para profetizar acerca de sí mismo como un personaje de alguna época futura, ni tampoco para anunciar su propia reencarnación y, de este modo, presentarse como el héroe de algún gran drama del mundo en el futuro. Jacob profetizó acerca del Mensajero de Allah (Génesis 49:10); Moisés, acerca de un profeta que vendría tras él con la Ley, e Israel fue exhortado a obedecerle (Deuteronomio 18:15); Hageo pronosticó a Ahmad (Hageo 2:7); y Malaquías predijo el advenimiento del «Mensajero de la Alianza» y de Elías (Malaquías 3:1; 4:5). Pero ninguno de los profetas profetizó acerca de su segunda venida al mundo. Lo que es extremadamente extraño en el caso de Jesús (que la paz sea con él) es que se pretendió identificarle con el Hijo del Hombre, aun habiendo sido incapaz de cumplir mínimamente la tarea que se esperaba que cumpliera tal personaje. Declarar a los judíos bajo el dominio de Pilatos que él era el Hijo del Hombre y luego pagar tributo a Tiberio César y confesar que el Hijo del Hombre no tiene donde recostar la cabeza y aplazar a un futuro indefinido la liberación de su pueblo del yugo romano era prácticamente jugar con ellos. b) Jesús (que la paz sea con él) sabía mejor nadie en Israel quien era el «Hijo del Hombre» y en qué consistía su misión. Iba a destronar a los reyes licenciosos y a arrojarlos al Infierno. El Apocalipsis de Baruc y el de Esdras —el cuarto libro de Esdras en la Vulgata— hablan de la aparición del «Hijo del Hombre», quien establecerá el poderoso Reino de Paz sobre las ruinas del Imperio romano. Todas estas revelaciones apócrifas muestran el estado de la mente judía acerca de la venida del último gran liberador al que llaman «Hijo del Hombre» y el «Mesías». Jesús (que la paz sea con él) no podía ignorar y no estar familiarizado con esta literatura y esta ardiente expectación de su pueblo. No podía asumir ninguno de los dos títulos para él en el sentido en que el Sanedrín —ese tribunal supremo de Jerusalén— y el judaísmo les atribuyen, porque él no era el «Hijo del Hombre» ni el «Mesías», porque no tenía ningún programa político