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                                    76el profeta muhammad en la bibliatino el Grande, cuyo vasto imperio fue divido en cuatro reinos tras su muerte. Ahora bien, el ángel que interpreta la visión no se detiene a explicar con detalle los tres primeros reinos pero sí lo hace con la cuarta bestia, poniendo énfasis en los detalles. La escena de la visión se magnifica. La bestia es prácticamente un monstruo y un demonio descomunal. Es el formidable Imperio romano. Los diez cuernos son los diez emperadores de Roma que persiguieron a los primeros cristianos. Consúltense las páginas de cualquier historia de la Iglesia durante los tres primeros siglos hasta el tiempo de la denominada conversión de Constantino el Grande y no se leerá otra cosa que los horrores de las famosas «diez persecuciones». Hasta aquí, estas cuatro bestias representan «el poder de la oscuridad», a saber, el reino de Satanás, la idolatría. En este sentido, quisiera llamar su atención hacia una verdad luminosa cristalizada en uno de los pilares más importantes de la fe del islam, a saber, el bien y el mal emanan de Allah (Dios). Hay que recordar que los persas antiguos creían en una dualidad de Dios o, dicho de otro modo, en el principio de Dios y la Luz, por un lado, y el Mal y la Oscuridad, por otro; y en que estos seres eternos eran eternos enemigos. Podrá observarse que, entre las cuatro bestias, el poder persa se representa por la figura de un oso, que es menos feroz y no tan carnívoro como los otros tres; dado que puede andar con las patas posteriores, puede parecerse al ser humano, al menos desde cierta distancia. En toda la literatura religiosa y teológica cristiana que he leído, no me he encontrado jamás una afirmación similar a uno de los pilares de la fe islámica (Dios es el autor real del bien y del mal). Sin embargo, esta misma doctrina es anunciada explícitamente por Dios a Ciro, al que llama Su Cristo. Quiere que Ciro sepa que no hay Dios fuera de Él, declarando: «Yo formo la luz y creo las tinieblas; hago la paz y creo la adversidad. Yo, Jehová, hago todo esto» (Isaías 45:7). 
                                
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