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                                    173juan el bautista anuncia a un poderoso profetanaturaleza y esencia de la misión de Juan el Bautista consistía en predicar la penitencia, es decir, que cada persona es responsable de su pecado y que debe cargar con él o eliminarlo a través del arrepentimiento. El bautismo era solo una ablución o lavado externo como señal de la remisión de los pecados, pero es la contribución, la confesión (a Dios y, en su caso, al perjudicado por dicho pecado) y la promesa de no reincidir lo que puede apartarlos. Si Jesús era el «cordero de Dios» para quitar los pecados del mundo, entonces la prédica de Juan —que Dios me perdone— sería ridícula y sin sentido. Además, Juan sabía mejor que nadie que, de salir esas palabras de sus labios, causarían —como fue el caso— un error irreparable, que desfiguraría y deformaría del todo la Iglesia de Jesucristo. La raíz de este error que ha mancillado la religión de las iglesias hay que buscarla y encontrarla en este incomprensible negocio del «sacrificio vicario». ¿Ha liberado el «cordero de Dios» al mundo del pecado? Las oscuras páginas de la «historia eclesiástica» de cualquiera de las numerosas iglesias hostiles y «heréticas» responderán con un enorme ¡No! Los «corderos» en los confesionarios pueden decirte, mediante sus gemidos por el tremendo peso de los pecados multicolores que llevan sobre sus hombros, que los cristianos, a pesar de su ciencia y de su civilización, cometen pecados, asesinatos, robos, embriaguez, adulterios, guerras, opresiones y atracos más horribles y tienen una insaciable sed de conquista y dinero mayor que la del resto de la humanidad junta.5) Juan el Bautista no podía ser el precursor de Jesús en el sentido en el que las iglesias interpretan su misión. En los Evangelios, es presentado como «una voz que clama en el desierto», en cumplimiento de un pasaje de Isaías (40:3) y también como un heraldo de Jesús según la autoridad del profeta Malaquías (3:1). Sostener que la misión o el deber del Bautista era allanar el camino para Jesús (que la paz sea con él) —el primero en su condición de precursor y el segundo, en la del triunfante conquistador que llega «súbitamente a su templo» para establecer su religión de sha-
                                
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