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                                    174el profeta muhammad en la biblialom y dar a Jerusalén y a su templo una gloria mayor que antes (Hageo 2:8)— implica confesar el fracaso de la totalidad de la empresa. Ahora bien, una cosa es tan cierta como que dos más dos son cuatro: y es que todo el proyecto, según el extravagante punto de vista de los cristianos, demuestra un fracaso total. Pues, cualquiera que sea la perspectiva adoptada en el examen de las interpretaciones de las iglesias, el fracaso se muestra obvio. En lugar de recibir a su príncipe en Jerusalén en la puerta del templo, empurpurado y con diadema, en medio de la frenética aclamación de los judíos, el precursor le recibe, desnudo como él, en medio del río Jordán. Y presentar a su maestro, tras sumergirle para el bautizo, ante la multitud como «¡He aquí el Mesías!» o «¡Este es el hijo de Dios!» o en otro lugar «¡He aquí el cordero de Dios!» equivaldría simplemente a insultar al pueblo de Israel o a blasfemar o a burlarse de Jesús (que la paz sea con él). La verdadera naturaleza de la austera misión del asceta y el verdadero sentido de su predicación son absolutamente mal entendidos por las iglesias, excepto por los sacerdotes y sofistas judíos, que los rechazaban obstinadamente. Voy a abordar esta cuestión en el siguiente capítulo para mostrar que la naturaleza de la misión de Juan el Bautista, así como el del mensaje de Jesús a los judíos, eran realmente diferentes de lo que pretenden creer las iglesias. 
                                
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