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                                    199el sibghat allah o bautismo con fuego y con el espíritu santoagua para el arrepentimiento y prepararon a sus conversos penitentes para el Reino de Dios que estaba aproximándose pero que no estaba establecido en su época. Los sabeos, esto es, los ‘tintoreros’ o ‘bautistas’, eran los fieles seguidores de Juan. Puede que incurrieran en el error y la superstición, pero sabían perfectamente que Jesús no era el profeta mencionado en la profecía. Ellos abrazaron el islam cuando vino Muhammad (al que Allah bendiga y dé paz). El pueblo de Harrán, en Siria, no es —como se ha dicho— el remanente de los antiguos sabeos. En las tierras prometidas, solo tres religiones no musulmanas fueron reconocidas y toleradas por el Corán, a saber, el judaísmo, el cristianismo y los sabeos. Se afirma que los harranenses pretendían ser el remanente de los antiguos sabeos y, por lo tanto, se les permitió practicar su religión sin molestias por parte del gobierno otomano. La concepción cristiana del Espíritu Santo es totalmente diferente de la islámica y la judía. El Espíritu Santo no es una persona divina con atributos y funciones divinas y no pertenece a una u otra de las personas del triple dios. La creencia cristiana de que este Espíritu Santo, la tercera persona divina, desciende de su trono celestial ante la orden de cualquier sacerdote —en su celebración diaria de algún sacramento— con el objeto de consagrar sus elementos y cambiar su esencia y cualidades en algunos elementos sobrenaturales es extremadamente repugnante a los sentimientos de todo unitario, sea judío o musulmán. Nada podría horrorizar más los sentimientos de un musulmán que la creencia de que el Espíritu Santo —siempre bajo la intervención de un sacerdote— transforma el agua del bautismo en la sangre de un dios crucificado, quitando así el llamado pecado original; o la creencia de que la operación mágica sobre los elementos de la eucaristía los transustancia en la sangre y el cuerpo de un dios encarnado. Estas creencias son absolutamente opuestas a las enseñanzas del Antiguo Testamento y suponen una falsificación de la doc-
                                
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