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                                    195el bautismo de juan y de jesús, marca religiosa del sibghat allahel nombre del Señor Jesús, sino mediante «la imposición de las manos [de Pablo]» (Hechos 8:16-17; 19:2-7). Se expresa claramente en lo dicho que ambos bautismos eran idénticos en su naturaleza y eficacia y que no «hacían venir» al Espíritu Santo sobre la persona bautizada, ya fuera por Juan, por Jesús o en nombre de uno de los dos. Mediante la «imposición de las manos» de los apóstoles sobre una persona bautizada, el Espíritu Santo le tocaba el corazón para llenarlo de fe y amor de Dios. Pero este don divino era concedido solamente a los apóstoles que eran realmente profetas e inspirados, no pudiendo ser reclamados por sus sucesores. f) Si los Evangelios tienen algún significado o sentido en lo que afirman sobre el bautismo, dan la impresión de que no había diferencia entre ambos bautismos, excepto que se administraban en nombre de uno u otro de los dos profetas. El gran fariseo Pablo o Saulo de Tarso no tiene ninguna palabra amable para con el Bautista, quien había tildado a la secta de los fariseos con el epíteto reprobatorio de «generación de víboras». En Hechos de los apóstoles, se pone en entredicho el valor del bautismo de Juan en las observaciones hechas por Lucas, quien era discípulo y compañero de Pablo. La admisión por Lucas de que el bautismo en nombre de Jesús no era tampoco llevado a cabo por el Espíritu Santo es una prueba segura contra la Iglesia, que lo transformó arbitraria e irreflexivamente en un sacramento o misterio. El bautismo de la Iglesia era una perpetuación del bautismo de Juan y nada más; pero el bautismo con el Espíritu Santo y con el fuego estaba reservado solamente para el islam. La expresión de que «la gente de Samaria no había recibido el Espíritu Santo, sino que solamente había sido bautizada en el nombre de Jesús» (Hechos 8:15-16) es decisiva para frustrar las pretensiones de la Iglesia. Muchos sostienen que los tres últimos versículos del citado pasaje son una interpolación. No aparecían en los antiguos manuscritos que son, por supuesto, el origen de todas las versiones posteriores de la Biblia, incluida la Vulgata. Un documento no es digno de una percepción juiciosa si se 
                                
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