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                                    254el profeta muhammad en la bibliagunas palabras de Jesús (que la paz sea con él) toda vez que el «Hijo del Hombre» es objeto de su discurso, y a esa supresión son achacables todas esas ambigüedades, contradicciones y malentendidos. A menos que tomemos el Corán como nuestra guía, y al Mensajero de Allah como el objeto de la Biblia, todos los intentos por hallar la verdad y alcanzar una conclusión satisfactoria terminarán con el fracaso. La elevada crítica bíblica nos guiará hasta la puerta del sagrado santuario de la verdad y allí se detendrá conmovida de temor e incredulidad. No abre la puerta para entrar y buscar los documentos eternos allí depositados. Toda investigación y erudición mostrada por esos críticos «imparciales», ya sean pensadores liberales, racionalistas o escritores indiferentes es, al fin y al cabo, deplorablemente fría, escéptica y decepcionante. Recientemente, estuve leyendo las obras del francés Ernest Renan Vie de Jésus, Les Apôtres, Saint Paul y L’Antéchrist. Me asombré de la cantidad de obras, antiguas y modernas, que examinó; me recordó a Gibbon y otros. Pero, ¿cuál es la conclusión de su investigación y su estudio exhaustivos? ¡Cero o nada! En el ámbito de la ciencia, las maravillas de la naturaleza son descubiertas por los positivistas, pero en el ámbito de la religión convierten a esta en paja seca y envenenan los sentimientos de sus lectores. Si estos críticos instruidos tomasen el espíritu del Corán como su guía y a Muhammad (al que Allah bendiga y dé paz) como el cumplimiento literal, moral y práctico del Espíritu Santo, sus investigaciones no serían tan incoherentes y destructivas. Las personas religiosas quieren una religión real y no ideal. Quieren un «Hijo del Hombre» que esgrima su espada y marche a la cabeza de su valiente ejército para hacer frente a los enemigos de Dios y demostrar con dichos y hechos que es el «señor del día del sabbat», abrogándolo totalmente porque fue usado indebidamente por los judíos, como lo fue el concepto de «paternidad» de Dios por los cristianos. Muhammad (al que Allah bendiga y dé paz) fue quien hizo eso. Como he reiterado a menudo en estas páginas, solamente 
                                
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