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262el profeta muhammad en la bibliacon gran poder para destruir el poder romano y los otros enemigos de Israel. Tuvieron que pasar veinte siglos para que el Imperio romano fuera destruido en el siglo V por el emperador Atila —de los hunos paganos—, y finalmente por un turco musulmán, Mehmed II Fatih. Pero ese poder fue completamente destruido, y para siempre, en las tierras prometidas a Ismael por el sultán de los profetas Muhammad Al-Mustafá (al que Allah bendiga y dé paz).Quedan dos observaciones que no pueden ignorarse a este respecto. Si yo fuera un ardiente sionista o un entendido rabino, estudiaría de nuevo esta cuestión mesiánica lo más profunda e imparcialmente que pudiera. Entonces, exhortaría encarecidamente a mis correligionarios judíos a desistir de esta esperanza y a abandonarla para siempre. Incluso si un hijo de David apareciese en el monte de Sion, tocase la trompeta y asegurar ser el Mesías, yo sería el primero en decirle sin reparo: «¡Por favor, señor! ¡Ha llegado demasiado tarde! ¡No perturbe el equilibrio de Palestina! ¡No derrame sangre! ¡No deje que sus ángeles se entrometan con estos magníficos aeroplanos!» Cualquiera que sea el éxito de sus aventuras, me temo que irá más allá del de sus ancestros David, Zorobabel y Judas Macabeo. El gran conquistador hebreo no fue David, sino Josué, que fue el primer mesías. Y en lugar de convertir a las tribus paganas de Canaán, que habían mostrado tanta hospitalidad y bondad hacia Abraham, Isaac y Jacob, las masacró a casi todas sin piedad. Josué era, por supuesto, un profeta y el mesías de su tiempo. Cualquier juez israelita, durante un período de tres siglos o más, fue un mesías y un libertador. Así, encontramos que durante cualquier calamidad nacional, en especial una catástrofe, se profetiza a un mesías y, como norma, se logra la liberación únicamente tras el desastre, aunque en un grado insuficiente. Es un rasgo característico de los judíos el ser los únicos que aspiran, por medio de las milagrosas conquistas de un hijo de David, a una dominación universal de los habitantes del mundo. Su descuido e