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                                    263el «hijo del hombre» según los apocalipsis judíosinercia son compatibles del todo con su firme creencia en el advenimiento del «león de Judas». Esta es, quizás, la razón por la cual jamás intentan concentrar sus recursos nacionales, energía y fuerza en un esfuerzo conjunto para convertirse en un pueblo autogobernado. A los cristianos que aseguran que Jesús (que la paz sea con él) es el Hijo del Hombre profetizado, me aventuraría a decirles: si él fuera el esperado salvador de Israel, habría liberado a ese pueblo del yugo romano, independientemente de si los judíos creyeron en él o no. Primero la liberación y luego la gratitud y fidelidad, y no viceversa. Una persona debe ser primero liberada de las manos de sus captores, ya sea matándoles o amedrentándoles, y luego se espera que muestre su simpatía y devoción hacia el libertador. Los judíos no eran pacientes de un hospital para ser atendidos por médicos y enfermeros; eran más bien prisioneros encadenados y necesitaban a un héroe que les liberara. Su fe en Dios y en Su Ley era completa como la que tenían sus ancestros al pie del monte Sinaí cuando Él se la concedió a Moisés (que la paz sea con él). No tenían la necesidad de un profeta taumaturgo, puesto que toda su historia fue entretejida con maravillas y milagros. La devolución de la vida a Lázaro muerto, la restitución de la vista del ciego Bartimeo o la limpieza del leproso ni iban a fortalecer su fe ni iban a satisfacer su ansia por la independencia y la libertad. Los judíos rechazaron a Jesús (que la paz sea con él), no porque no fuera el apocalíptico Hijo del Hombre o el Mesías, o porque no fuera un profeta, pues sabían muy bien que nunca afirmó ser el primero y que sí era un profeta, sino porque le aborrecían por sus siguientes palabras: «el Mesías no sería el hijo de David, sino su Señor» (Mateo 22:44-46; Marcos 12:35-37; Lucas 20:41-44). Esta admisión de los sinópticos confirma lo relatado en el Evangelio de Bernabé, donde Jesús agrega que la Alianza se cumpliría con el Shiloah —el Mensajero de Allah—, quien vendría de la familia de Ismael. Por esta razón, los talmudistas describen a Jesús como «el segundo balaam», esto es, el 
                                
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