Page 212 - Demo
P. 212
211el paráclito no es el espíritu santoapóstol pudo haber escrito este libro como la forma y contenido de hoy en día. El autor, ya sea Juan (Yohanan), hijo de Zebedeo, o cualquier otro con este nombre, parece estar familiarizado con la doctrina del celebrado erudito y filósofo judío Filón sobre el Logos (la Palabra). Es bien conocido que la conquista de Palestina y la fundación de Alejandría por Alejandro Magno abrieron, por primera vez, una nueva era para la cultura y la civilización. Fue entonces cuando los discípulos de Moisés (que la paz sea con él) se encontraron con los de Epicuro y tuvo lugar el poderoso impacto de la doctrina espiritual de la Biblia sobre el materialismo del paganismo griego. El arte y la filosofía griegos empezaron a ser admirados y estudiados por los doctores de la ley judíos tanto en Palestina como en Egipto, donde tenían una comunidad numerosa. La penetración del pensamiento y las buenas letras en las escuelas judías alarmó a sus sacerdotes y estudiosos. De hecho, el hebreo estaba tan despreciado que las escrituras se leían en las sinagogas alejandrinas en la versión Septuaginta(en griego). No obstante, esta invasión por parte de un conocimiento extranjero movió a los judíos a ahondar en el estudio de sus leyes a fin de defenderse contra el nuevo espíritu poco idóneo. En consecuencia, se esmeraron por hallar un nuevo método para la interpretación de la Biblia a fin de posibilitar un acercamiento y una reconciliación de las verdades bíblicas con el pensamiento helénico. Porque su anterior método de interpretación literal de la ley fue juzgado inviable y demasiado débil para hacer frente al sutil razonamiento de Platón y Aristóteles. Al mismo tiempo, la sólida actividad de los judíos y su profunda devoción por su propia religión suscitaron, a menudo, el celo y el odio de los griegos contra ellos. Todavía bajo Alejandro Magno, un sacerdote egipcio, Manetón, escribió libelos o calumnias contra el judaísmo. Bajo el mandato de Tiberio César, también, el gran orador Apión resucitó y envenenó los insultos de Manetón. De modo que esta literatura contaminó a la gente que, más tarde, persiguió cruelmente a los creyentes en el Dios Uno Verdadero.